Toda actitud o conducta que exalte el rol o la figura del hombre y desmerezca al género femenino por considerar que sus exponentes son inferiores se cataloga como machismo.

Lamentablemente, hay en la práctica numerosas formas de machismo que afectan todos los ámbitos de la vida cotidiana. El machismo religioso, por señalar un caso específico, se evidencia en múltiples credos ya que solamente los hombres acceden a cargos poderosos y las mujeres deben quedar en segundo lugar, obedeciendo órdenes del sector masculino.

El lenguaje también suele ser una vía para reflejar conductas machistas ya que las palabras pueden aprovecharse para generar violencia verbal (insultando a hijas, madres o hermanas, en la mayoría de los casos) o bien para reflejar interpretaciones machistas a nivel social, haciendo por ejemplo hincapié en la supuesta debilidad femenina y en la energía y la fortaleza del varón que se suele describir desde la teoría.

Hay que tener en cuenta asimismo que el machismo cotidiano, más allá de las áreas que afecte, también es un problema que se padece a escala mundial y que le impide al género femenino desarrollar su vida con normalidad. Muchas mujeres son víctimas del machismo a nivel financiero por no poder ganar el mismo sueldo que un hombre o por tener que pedirle autorización a su esposo cada vez que necesitan comprar algo y sufren el machismo cultural que las considera “mujeres objeto”, por describir algunas de las injusticias más comunes que deberían terminarse para vivir, de una vez por todas, en igualdad de condiciones y oportunidades.