Para que el mundo esté en perfecto equilibrio, así como se necesitan mujeres tiene que haber hombres. Los varones seducen a la platea femenina pero también a individuos de su mismo sexo: descubrir sus rasgos distintivos y sus características predominantes permite acceder a información útil a la hora de las clasificaciones.

Antes de hacer foco en las categorizaciones, conviene aclarar que más allá de poder describirlos de modo puntual y nuclearlos en ciertos conjuntos, cada hombre puede ser parte de varios grupos según sus particularidades y modos de actuar, tiene virtudes y defectos como cualquier persona y reúne condiciones que lo vuelven igual al resto pero único al mismo tiempo.

El sitio y época de origen, por señalar una variable, invita a diferenciar entre hombres antiguos (prehistórico) y modernos (contemporáneo) y entre hombres europeos y sudamericanos, por proponer algunas opciones. Sus tradiciones, hábitos y lugar de residencia, por otra parte, dan respaldo al hombre de campo, al hombre de ciudad, al hombre de montaña, etc.

Las aficiones que posea, en tanto, serán clave para diferenciar al hombre deportista del hombre interesado por el arte y la cultura, y al hombre comprometido con la actividad política del hombre de fe que vive de acuerdo a los lineamientos de una cierta religión.

Sus conductas también originan categorías. Se pueden encontrar en este marco hombres románticos, hombres fieles, hombres infieles, hombres celosos y hombres violentos, por indicar posibilidades comunes.

La apariencia física también es un factor determinante a la hora de hacer referencia al género masculino. Aunque no habría que tener patrones o moldes que incentiven las comparaciones así como tampoco se tendría que aceptar o rechazar a la gente por cómo luce cada uno, es innegable que existe la tendencia a calificar a las personas por su aspecto. Así, entonces, reconocemos a hombres altos, hombres bajos, hombres lindos, hombres feos, hombres flacos, hombres gordos, etc.