Desde hace mucho tiempo existen empresas que comercializan cigarros, también conocidos a nivel común como cigarrillos. Se trata de elementos pequeños y delgados en forma de rollo cuyo contenido es adictivo y extremadamente dañino para el organismo.
Estos productos están compuestos por tabaco y múltiples sustancias químicas con poder cancerígeno, pese a lo cual son codiciados por los fumadores, quienes en cualquier momento del día en casos de adicción extrema encienden un cigarro para “distenderse”, “paliar el nerviosismo” o “complementar el disfrute de una situación”, tales los argumentos que suelen utilizar para justificar una práctica que, lamentablemente, ocasiona infinidad de trastornos de salud hasta llegar a la muerte.
Hay quienes consumen cigarrillos puros (sin papel) y otros que prefieren los cigarros de papel. En los últimos años, además, se ha puesto de moda el cigarro electrónico, un dispositivo de procedencia china que ha generado una gran controversia mundial, ya que mientras algunos aseguran que es un buen sistema para dejar de fumar, otros advierten que no hay evidencias de sus “beneficios” y ponen en duda si no tienen efectos secundarios.
De buscar más opciones, adquieren relevancia los llamados cigarros naturales, que se caracterizan por no añadir nicotina ni químicos al preparado aunque de todas formas no son saludables. Los únicos cigarros que, desde una perspectiva simpática, se pueden aconsejar para quienes deseen sentirse “fumadores” sin padecer consecuencias graves son los de chocolate: unas barritas de cacao a modo de golosina que simulan en formato y presentación ser cigarros.
Cabe resaltar además que, en otros tiempos, se popularizaron opciones como el cigarro de chala (el tabaco se fuma envuelto en una hoja de choclo, puede estar aromatizado o no con cáscaras de naranja o con anís).