Al progresar la tecnología, los usuarios de computadoras y videoconsolas comenzaron a tener a su disposición herramientas novedosas que ampliaron de forma considerable las funciones de esta clase de equipos.
Una de las piezas que revolucionó al mercado fue la tarjeta de video (también llamada tarjeta gráfica y placa de video), un instrumento que procesa los datos procedentes de la CPU y los transforma en información comprensible y representable que puede ser observada por medio de un dispositivo de salida.
Desde que este material comenzó a fabricarse y comercializarse, surgieron múltiples modelos de tarjetas. Existió, por ejemplo, el Monochrome Display Adapter (MDA) de IBM, una opción que no podía ser configurada y carecía de gráficos, es decir, se limitaba a reproducir datos en modo de texto.
Más tarde se presentó la tarjeta Color Graphics Array (CGA), la cual admitía matrices de caracteres de 8×8 puntos en pantallas de 25 filas y 80 columnas, aunque presentaba un fallo incómodo que consistía en la aparición de una especie de nieve en los monitores.
Otro tipo de tarjeta de video fue la Hercules Graphics Card (HGC), gracias a la cual los caracteres se reflejaban en matrices de 14×9 puntos.
El Enhanced Graphics Adapter (EGA) es otra alternativa de tarjeta de video que se destacó por ofrecer una profundidad cromática de 16 colores y una resolución de hasta 640×350 píxels.
FirePro 3D, por su parte, es el nombre que recibió en 2008 la antigua FireGL, una placa gráfica de tipo profesional, mientras que la Super Video Graphics Array (SVGA) nació destinada a una resolución de 800×600 píxels y 4 bits de color por píxel, una cifra que fue ampliándose en los años siguientes.