El pelo, presente en diversas áreas de un gran número de seres vivos, es un elemento importante en distintas circunstancias. No solamente está relacionado a una cuestión estética que invita a hombres y mujeres a cuidar sus mechas para lucir un cabello brillante y sedoso: también es un material que se utiliza para elaborar artesanías, es una cobertura de animales y frutas y hasta una pieza clave para poder esclarecer un asesinato ya que a través de un pelo encontrado en una escena del crimen se pueden extraer datos de ADN.
De hacer foco en la cabeza humana, por señalar un caso específico, podemos distinguir entre pelo graso, seco o normal así como entre pelo natural o sometido a algún proceso de tintura. La apariencia, en tanto, da cuenta de la existencia de pelos rizados, pelos lacios, pelos largos y pelos cortos o, según una clasificación más básica asociada a la higiene, de marcar una segmentación entre pelos limpios y pelos sucios. La tonalidad, asimismo, marca las diferencias entre pelo claro y oscuro, abarcando las modalidades de rubio, castaño, colorado, negro y canoso en sus diversas gamas.
Lejos de estas interpretaciones, existe la chance de apelar a expresiones como “pelo de aire” para aludir a una brisa que, de tan suave, casi ni se percibe; de describir como “pelo de camello” al tejido elaborado con cerdas del mencionado animal o que se imita valiéndose del vello del macho cabrío; de referirse al pelo bermejo como “pelo de Judas” o “pelo de cofre” y de llamar “pelo táctil” a una clase de filamentos propios de los artrópodos.