Todo individuo que educa recibe la denominación de educador. Por el significado que posee, esta palabra está muy relacionada a los docentes pero hay que tener presente que los maestros y profesores (cualquiera sea el nivel en el cual desarrollen su tarea) no son los únicos que inculcan conocimiento, contribuyen a formar el intelecto y el temperamento o generan enseñanzas. De hecho, también son educadores los padres o tutores (desde el momento en que llegamos a sus vidas, nuestros familiares nos inculcan valores, nos transmiten costumbres, nos enseñan pautas básicas para desenvolvernos como individuos, etc), las amistades y toda persona que transmita saberes y sea influyente sobre otros.
Si nos centramos en la educación no formal, hallaremos la figura del educador social, quien se encarga de mejorar la realidad sociocultural de individuos en riesgo para promover su inclusión social.
En palabras del pedagogo de origen alemán Georg Kerschensteiner, es posible distinguir entre cuatro perfiles de educador de acuerdo a sus formas de desempeñar su misión educativa. El educador nato, por ejemplo, transforman el proceso educativo en una acción adaptada a cada momento y necesidad, generando entusiasmo y sabiendo cómo ajustarse a las particularidades de cada educando (sujeto que recibe la educación).
El educador ponderado, por su parte, prioriza la imagen que da frente al estudiante y combina libertad con disciplina, mientras que el educador indolente prefiere no comprometerse con su responsabilidad dejando que el rol activo lo asuma el propio educando. Los educadores solícitos, en tanto, sobreprotegen a los alumnos con un rol paternal y no se imponen con autoritarismo como figuras de mando.