Se conoce como temperamento (término derivado del latín temperamentum) al carácter, manera de ser o forma de reaccionar de cada individuo, aunque a nivel musical el concepto adquiere otro sentido.
De acuerdo a los expertos en cuestiones musicales, en este ámbito se entiende como temperamento a la modificación ligera que se hace en los sonidos rigurosamente exactos de ciertos instrumentos al templarlos (práctica que puede ser definida como “temperamento justo”). En este contexto, también se usa el vocablo para dar nombre al sistema de construcción de la escala musical: “temperamento pitagórico”.
En cambio, si se lo vincula a la naturaleza de cada ser humano, el término puede ser entendido a través de teorías defendidas por especialistas como Hipócrates y Galeno, quienes reconocían cuatro tipos de temperamentos: el sanguíneo, el melancólico, el colérico y el flemático.
En líneas generales, puede decirse que el temperamento sanguíneo se caracteriza por conductas superextrovertidas, tendencia a priorizar los sentimientos antes que la reflexión, perfil vivaz y capacidad para transmitir alegría. Por su parte, aquellos que desarrollan un temperamento melancólico son personas perfeccionistas, sensibles, con predisposición a sufrir cuadros depresivos, propenso a la introversión y al pesimismo.
De quienes poseen temperamento colérico, asimismo, se pueden destacar su perfil independiente, autosuficiente, extrovertido, manipulador pero también su aire intolerante, mientras que el temperamento flemático tiene como puntos sobresalientes la personalidad analítica, tranquila, impasible y fría de quienes lo desarrollan.
Claro que, al tratarse de conductas y perfiles humanos, no siempre se puede ser tan terminante y hay que aceptar, por lo tanto, la existencia de temperamentos combinados donde se observan más de una característica propia de cada temperamento.