Cada persona tiene alguna clase de don: solo hay que saber reconocer esa habilidad o gracia natural para poder desarrollarla y potenciarla. En la vida cotidiana a diario sobresalen personas que tienen un don natural o talento especial para destacarse en el plano artístico (en música, pintura, arquitectura, escultura, actuación, danza, literatura, etc), en el campo científico o en el ámbito deportivo, por señalar algunas alternativas.

Se suele decir que alguien posee don de mando, por ejemplo, cuando muestra actitud e idoneidad para dar órdenes y ejercer el poder sobre una determinada situación, individuo, etc.

El don de gente, en cambio, describe una cualidad de los seres sociables que cautivan con su personalidad agradable, su carisma, su trato amable y su bondad. Quien acostumbra fallar y equivocarse al tomar decisiones o llevar a cabo un cierto plan, en cambio, tiene el don de errar, mientras que de suceder lo contrario, es decir, de tener la facilidad de tomar decisiones atinadas y actuar generalmente de modo satisfactorio se hace alusión al don del acierto.

Los expertos en Religión, en tanto, reconocen a los dones del Espíritu Santo, los cuales abarcan siete disposiciones que le permiten al ser humano cristiano recibir de parte de Dios diversas cualidades para obrar en función de los impulsos del Espíritu Santo. Estos dones son inteligencia, consejo, ciencia (para perfeccionar las virtudes vinculadas a la fe), sabiduría, piedad (misericordia, compasión), fortaleza y temor de Dios (para mantenerse en el camino del bien a fin de no ofender a Dios).