Ser vulnerable (es decir, tener fragilidad, estar expuesto a problemas a raíz de debilidad o falta de armas para enfrentar ciertas situaciones) o que algo lo sea da la pauta de una situación de vulnerabilidad.

Esta palabra, según se advierte al repasar sus aplicaciones, puede interpretarse desde diferentes perspectivas. A fin de ayudarlos a repasar algunos saberes y a incorporar conocimientos en torno a este vocablo, a continuación describiremos distintas clases de vulnerabilidad.

Al tener en cuenta la susceptibilidad de nuestra especie, por ejemplo, es posible reconocer varias modalidades de vulnerabilidad humana. No todos tenemos el mismo grado de vulnerabilidad a nivel cotidiano (una familia humilde que vive debajo de un puente es mucho más vulnerable que un profesional joven que no tiene trabajo pero sí casa propia y recursos para salir adelante) pero todos somos en algún punto frágiles, vulnerables, ya que nadie tiene la vida asegurada ni la fórmula para impedir desgracias, sufrimientos, etc.

La vulnerabilidad social, por su parte, engloba al estado de desprotección o inconsistencia que afecta a poblaciones, comunidades o grupos familiares desamparados o que han tenido que afrontar un episodio traumático y quedaron a la deriva. Una pareja de hermanos menores de edad que no estudia, cuyo padre está preso y su madre es adicta al alcohol y no se ocupa de ellos, por ejemplo, está en situación de vulnerabilidad social ya que no tienen garantizados sus derechos ni reciben los cuidados básicos para su bienestar actual y su desarrollo a futuro.

Otras categorías que demuestran la diversidad de esta noción: vulnerabilidad educativa, vulnerabilidad sísmica, vulnerabilidad ambiental, vulnerabilidad geológica, vulnerabilidad hídrica.