Si prestamos atención a las características de nuestro planeta no tardaremos en advertir que una gran cantidad de superficie terrestre está cubierta por vegetación. Como el clima y las condiciones del suelo influyen en el crecimiento de cada planta, resulta interesante saber cómo son y qué particularidades tienen las distintas clases de vegetación que enriquecen a nuestro territorio.

La llamada vegetación de ribera, por ejemplo, se caracteriza por la formación de bosques en las inmediaciones de un río. Se trata de áreas frondosas donde los ejemplares se benefician a partir de la humedad del suelo y sirven como refugio para múltiples especies de animales. Las plantas que crecen y se desarrollan directamente en un entorno acuático (como lagunas o ríos), asimismo, son parte de la vegetación acuática.

También es posible reconocer a la vegetación xerófila, que se diferencia del resto porque se localiza en regiones áridas y ambientes secos donde el agua resulta muy escasa. La vegetación halófila, en cambio, es aquella que se halla en territorios salinos, mientras que la vegetación psamófila se encuentra en suelos arenosos.

De examinar especies que, por sí mismas, han crecido en un lugar determinado bajo condiciones climáticas específicas, entonces estaremos frente a casos de las llamadas vegetaciones clímax, como lo son los pastizales, las tundras, etc.

Cabe resaltar que, además de las mencionadas líneas arriba, existen otras categorías que diversifican el concepto y amplían el alcance de la noción, como sucede al hacer referencia a la vegetación amazónica, a la vegetación gipsófila, a la vegetación casmofítica o a la vegetación modelada, por agregar varias más.