Sin necesidad de ser experto en Medicina ni de leer bibliografía específica repleta de conceptos difíciles de comprender para quienes no se especializan en cuestiones de salud, es posible saber qué es la talasemia y cómo se clasifica en función de las características de su desarrollo.

En primer lugar, resulta importante resaltar que es una palabra de raíces griegas. De acuerdo a la información volcada por la Real Academia Española (RAE) en su diccionario, se trata del término que identifica a una anemia de carácter hereditario que suele presentarse con mayor frecuencia en personas de procedencia mediterránea aunque cualquiera puede padecerla. Surge, según los especialistas, por un desequilibrio de orden cuantitativo al producir hemoglobina ya que, en este cuadro, disminuye la síntesis de las cadenas polipeptídicas.

Hay distintas modalidades de talasemia, entre las que aparecen la talasemia alfa y la talasemia beta. Mediante una batería de estudios que incluyen análisis de sangre y pruebas genéticas es posible establecer si la persona tiene talasemia y, en ese caso, señalar de qué tipo.

Hay una talasemia denominada rasgo que se caracteriza por ser asintomática y que se diagnostica por medio de exámenes de ADN y trabajos de Biología Molecular; otra considerada grave que provoca un severo cuadro de anemia, entre otros inconvenientes; una talasemia mayor (también conocida como Enfermedad de Bart); una talasemia menor de tipo beta (en este panorama puede haber, o no, síntomas y, en caso afirmativo, llegar a cuadros de gran complejidad) y una talasemia beta mayor (o Anemia de Cooley).