A mediados de la década de 1920, el escritor francés André Breton desarrolló un manifiesto que, con los años, se convertiría en el primero del surrealismo (palabra derivada del vocablo en francés surréalisme), tal como se conoce al movimiento artístico y literario basado en la idea de superar lo real con elementos y rasgos irracionales e imaginarios.
“El surrealismo y la pintura”, “Segundo manifiesto del surrealismo” y “El surrealismo a través de sus obras” son algunos materiales que elaboró Breton para abarcar esta corriente que aprovechó y adoptó ciertos elementos del dadaísmo, definirla y profundizar en ella.
El surrealismo, según se desprende al buscar datos de interés y ejemplos de aplicaciones, se ha extendido a los campos de la pintura, el séptimo arte, la música y la literatura, por citar algunas disciplinas que se enriquecieron y cambiaron a partir de los aportes y modificaciones propuestos por este movimiento. Sin embargo, no todas las corrientes de este movimiento se enmarcan en una misma categoría: dentro de este conjunto, dicen los estudiosos del tema, se puede identificar al surrealismo gótico, al surrealismo figurativo y al surrealismo abstracto, entre otros.
El surrealismo que se presenta como abstracto, por ejemplo, aparece en las manifestaciones pictóricas en las cuales desaparecen las representaciones figurativas y se imponen los universos figurativos ideados en base a los criterios de cada artista. Por su parte, el surrealismo figurativo se hace presente tanto en la pintura como en la escultura frente a escenas absurdas, imágenes monstruosas o representaciones oníricas alejadas por completo de la realidad.