La idea de sedentarismo hace hincapié en una modalidad de vida sedentaria, es decir, sin demasiado movimiento y desarrollada por largos periodos en un mismo lugar con rutinas fijas. Esta noción, como se desprende de la teoría, se opone a la de nómada (o nómade), la cual describe cambios y mudanzas constantes.
En base a la definición de sedentarismo, es posible distinguir varias categorías que permiten aplicar el concepto en diferentes contextos. En este marco, se puede hacer foco en las características del sedentarismo físico (expresión que alude a la falta de ejercicio físico en la realidad cotidiana de un individuo) y en las particularidades del sedentarismo juvenil (desarrollado por adolescentes que no realizan deportes, que pasan muchas horas en una misma posición y que no sienten motivación para actividades que los invitan a ponerse en movimiento o a modificar ciertos hábitos perjudiciales para su bienestar).
Cabe resaltar que, más allá de las dos alternativas citadas en el párrafo anterior, existen casos de sedentarismo en todas las etapas de la vida. Así, entonces, se puede hablar también de sedentarismo infantil y de sedentarismo en la tercera edad.
El avance de la tecnología, como se desprende de la vida cotidiana, ha potenciado al sedentarismo porque son cada vez más las personas que destinan gran parte de su tiempo a entretenerse o a trabajar a partir del uso de modernos dispositivos que los llevan a mantenerse quietos durante largas horas. Es importante revertir o evitar esta dependencia a teléfonos móviles, televisores y computadoras, entre otros objetos, porque el sedentarismo puede tener graves consecuencias, tales como la obesidad, la hipertensión, la osteoporosis y el desarrollo de enfermedades cardiovasculares. Reservarse a diario algunos minutos para gastar energía y poner el cuerpo en movimiento no es un gran sacrificio, proporciona beneficios para la mente y el organismo y ayuda, en definitiva, a no pertenecer al grupo de los sedentarios.