El concepto de rulo posee, en español, múltiples acepciones. A nivel general, se lo asocia a los rizos u ondulaciones que puede tener la cabellera de hombres y mujeres, pero al ampliar el panorama se advierte la existencia de otras clases de rulos que no guardan relación con el pelo.
De acuerdo a los datos incluidos en el diccionario de la Real Academia Española (RAE), se puede hacer uso de este término para describir a una bola u objeto redondo capaz de rodar con facilidad; a una piedra con apariencia de cono truncado unida a un eje de orientación horizontal que forma parte del mecanismo de algunos molinos y a los rodillos que se aprovechan para volver plana a una superficie.
Asimismo, resulta interesante resaltar que, en territorio chileno, se suele presentar como rulo a los terrenos de trabajo sin riego. En este caso, el vocablo procede de la expresión mapuche ‘rulu’.
Retomando la idea de rulo entendida como la onda lograda en el cabello y como el elemento que los peluqueros utilizan para crear estos efectos ondeados, es posible hacer foco en diversas clases de rulos. Si bien en la mayoría de los casos (y sobre todo en entornos caseros y cotidianos) se utilizan los rulos o ruleros convencionales (fabricados con plástico), existen también ruleros calientes (funcionan con electricidad y requieren que el cabello esté seco a la hora de ser distribuidos en la cabeza), ruleros con velcro (tienen la ventaja de no requerir ganchos ni hebillas para mantenerse sujetados al pelo pero abusar de ellos puede generar quiebres en el cabello) y ruleros confeccionados con esponjas (con los cuales se logra un efecto curvo de apariencia natural), entre otras alternativas.