El concepto de rostro tiene su origen en el vocablo latino rostrum y, si bien tiene múltiples definiciones, en la mayoría de los casos se utiliza para hacer referencia a la cara de los seres humanos.
De acuerdo a la edad de la persona, su origen, su género y las particularidades que posea su fisonomía, es posible categorizar a los rostros como rostros femeninos, rostros masculinos, rostros infantiles, rostros jóvenes, rostros angulosos, rostros indígenas, rostros latinos, rostros afroamericanos, rostros triangulares, rostros alargados, rostros ovalados, rostros grasos, rostros simétricos y rostros redondos, por citar algunas alternativas.
Cabe resaltar que, más allá de esta aplicación, la noción describe en el marco de la Anatomía Humana (y en lo que respecta a las estructuras de los artrópodos) a las partes corporales que se asemejan al pico de las aves, así como se suele hablar de rostro para recordar al púlpito o balcón que, en la Antigua Roma, formaba parte del foro.
Otras aplicaciones del término ‘rostro’ que le aportan diversidad al vocablo: Santo Rostro (nombre que recibe una de las reliquias más valoradas dentro del Cristianismo), el libro titulado “Rostros de bronce” (de Néstor Ortiz Oderigo), el filme protagonizado por Libertad Lamarque que se dio a conocer como “Rostros olvidados”, la telenovela producida por Telemundo bautizada como “El rostro de la venganza”, la obra teatral “El rostro del asesino” (adaptación de una historia desarrollada por Agatha Christie), la telenovela de origen mexicano que se llamó “Un rostro en mi pasado”, la novela creada por Javier Marías que se denomina “Tu rostro mañana”.