Cuando, en un entorno laboral, un trabajador desea finalizar por voluntad propia el vínculo que lo une a su empleador, suele presentar su renuncia. Este término, que surge a partir del acto de renunciar a algo o a alguien, también se emplea en otros ámbitos para marcar la dimisión y la abdicación frente a un cargo, obligación o situación.
Si la autoridad máxima de la Iglesia Católica, por ejemplo, abandona su cargo, como sucedió tiempo atrás con Benedicto XVI, se habla de renuncia papal, mientras que la rescisión de un contrato de trabajo por parte del contratado se suele denominar, simplemente, como renuncia laboral.
Asimismo, en ciertas circunstancias, se renuncia a una herencia y/o a recibir un subsidio por parte del Estado e, incluso, hay quienes renuncian a tener la custodia de sus hijos y hasta hay casos de gente que renuncia a su nacionalidad después de hacerse ciudadanos de otra nación.
Como se puede advertir, existen en la práctica muchas clases de renuncias, las cuales varían en función del contexto donde se presenten y el objeto al que se busca dejar. A la vez, la noción engloba al documento generado para hacer efectiva esa decisión de renunciar, un detalle que amplía el alcance del vocablo.
“El dirigente le pidió la renuncia al entrenador”, “Por amor, la joven cantante abandona su incipiente carrera y renuncia así a su sueño de triunfar en el ambiente artístico” y “El ministro desmintió haber presentado su renuncia” son algunas expresiones que dan cuenta de la diversidad de uso del concepto de renuncia.