Cuando algo sobra, se registra un exceso de una determinada cosa o se repite de manera desproporcionada y sistemática un concepto o idea en un mismo texto o diálogo, se habla de redundancia.

Esta palabra, derivada del vocablo latino redundantĭa, tiene aplicaciones en más de una disciplina y ámbito; de ahí que resulte interesante hacer foco en sus alcances y conocer sus múltiples usos.

Un pleonasmo, por ejemplo, es una redundancia de figuras o elementos que no aportan datos sino que remarcan de manera innecesaria una información, como se advierte en expresiones como “subir arriba”, “comer comida” o “bajar abajo”. A nivel fonético, además, es posible encontrar redundancias al combinar fonemas.

De profundizar al respecto, se podrá descubrir que las redundancias también se producen en el ámbito informático, donde puede existir una redundancia de seguridad, una redundancia de información y algunas técnicas de redundancia.

Los ingenieros, por su parte, aprovechan la redundancia al armar dispositivos y sistemas ya que al multiplicarlos por dos o un número mayor se incrementa la fiabilidad de un equipo o maquinaria: de fallar una de las estructuras, existe al menos un circuito idéntico de reemplazo gracias a la redundancia de materiales. Quienes se especializan en Ecología, en cambio, hablan de redundancias funcionales y redundancias estructurales, según la realidad de cada comunidad biológica.

Otras clases de redundancia que complementan a las citadas en los párrafos anteriores: redundancia incremental; redundancia evolutiva; redundancia simétrica; redundancia asimétrica; redundancia modular; redundancia cíclica; redundancia psicovisual; redundancia geográfica y redundancia normativa, por citar algunas más a modo de referencia.