Cuando se encaminan los esfuerzos para lograr que algo se vuelva más pequeño o disminuya sus proporciones o intensidad, se habla de reducción. Esta palabra, derivada del vocablo en latín reductĭo, se desdobla en múltiples categorías con significados concretos, algunas de las cuales mencionaremos en los párrafos siguientes.
Existe, por ejemplo, la reducción eidética, una práctica enmarcada en la fenomenología que consiste en retener sólo los aspectos fundamentales de una experiencia o suceso. Asimismo, la reducción fenomenológica es entendida por la Filosofía como un proceso basado en la erradicación de posturas subjetivas o puntos de vista en relación a vivencias o consecuencias de ellas.
En el ámbito culinario, en cambio, se habla de reducción cuando se busca, a través de las técnicas de ebullición o evaporación y a alta temperatura, concentrar el sabor y volver más espesa la consistencia de un líquido, que puede ser un caldo, una salsa o cualquier otra preparación similar. En el plano musical, por otra parte, reducción es el procedimiento consistente en volver a desarrollar una composición que, en principio, había sido escrita para otros formatos o conjuntos que difieren del que pretende interpretarla.
Más allá de las expresiones mencionadas líneas arriba, resulta interesante tener presente que hay otras ideas que amplían el alcance de este concepto, como sucede al hacer referencia a las reducciones jesuíticas, a las reducciones de indios, a la reacción de reducción y oxidación y a las localidades que han sido bautizadas con esta misma palabra (como el caso de Villa Reducción, situada en la provincia argentina de Córdoba).