Desde hace unos años se popularizó a nivel internacional, aún en los países de habla hispana, el término ‘piercing’, una expresión inglesa que hace referencia a la decoración del cuerpo humano con aros de formas, materiales y tamaños diversos. Para lucirlos, el individuo debe perforar su piel.
Aunque hay muchos que se oponen a esta costumbre de modificar el aspecto corporal con aros, quienes defienden esta práctica aseguran que el piercing es algo más que una moda: para ellos es una alternativa que, como los tatuajes, sirve para reflejar necesidades personales y valores culturales, religiosos, etc.
Quien se siente cautivado por los piercing y los hace parte de su look para marcar su estilo puede optar por los piercing de cara (con la posibilidad de ubicar uno o más aros en la ceja, en la nariz, en la lengua, en el labio y en las mejillas), los piercing de oreja (ya sea en el lóbulo o en alguna parte del cartílago) y los piercing del resto del cuerpo.
Sobre esta última posibilidad, hay que decir que no existen límites para quienes sienten fascinación por los piercing. Si bien los más habituales son los del ombligo, los más osados ya han pasado por la experiencia de llamar la atención con aros en la nuca, en alguno de sus dedos y en sus partes más íntimas. Sí, aunque resulte difícil de entender, hay quienes se animan a colocarse piercings elaborados en acero quirúrgico o titanio en los pezones y en sus genitales.