El concepto de organismo se utiliza con frecuencia para aludir a un determinado ser vivo, pero también se aprovecha para hacer referencia a instituciones, dependencias y oficinas pertenecientes a una cierta entidad.
Según el contexto en el cual se emplee esta palabra, podremos diferenciar muchas clases de organismos, segmentándolos por categorías de acuerdo a su origen, a sus rasgos particulares y a su vigencia, entre otras variables.
Si una única célula compone a un ser viviente, por ejemplo, ganará protagonismo la expresión “organismo unicelular”, así como aquellos que poseen al menos un par de células se describen como organismos multicelulares o pluricelulares.
Hay, por otra parte, organismos presentados como autótrofos que tienen la capacidad de valerse de sustancias inorgánicas para desarrollar su propia materia orgánica y organismos señalados como heterótrofos que se alimentan a partir de otros seres vivos porque no logran transforman las sustancias inorgánicas en materia orgánica. Los organismos hermafroditas, los organismos aerobios y anaerobios, los organismos fotosintéticos, los organismos transgénicos, los organismos microscópicos, los organismos vertebrados, los organismos procariotas, los organismos eucariotas, los organismos terrestres, los organismos acuáticos, los organismos aéreos, los organismos ovíparos y los organismos en peligro de extinción conforman otros conjuntos que demuestran la gran variedad de especímenes que pueblan este planeta y el interesante abanico de opciones que extienden el alcance de la palabra ‘organismo’.
Al interpretar este vocablo como institución, en cambio, tendremos la posibilidad de distinguir entre organismos internacionales, nacionales y regionales, organismos centralizados y descentralizados y entre organismos gubernamentales y no gubernamentales, por agregar algunas referencias al respecto.