El concepto de organela guarda relación directa con la citología (rama de la biología centrada en el estudio de las células) ya que permite darle un nombre a las diversas estructuras que pueden divisarse en el citoplasma celular.
Esta palabra, a menudo usada como sinónimo de orgánulo u organoide, por lo general aparece al analizar las células del grupo de las eucariotas ya que las otras (las denominadas procariotas) no suelen tener organelas.
De acuerdo a los expertos que las estudian y clasifican, las organelas se presentan en células específicas y no poseen siempre el mismo origen. De ahí que, para facilitar su examinación y reconocimiento, se hayan creado dos categorías: la de las organelas autogenéticas y la de las organelas endosimbióticas.
Las primeras, consideran los especialistas en biología celular, nacen de formaciones previas que, tanto a nivel ontogenético como filogenéticamente, adquieren mayor complejidad a medida que se desarrollan. Las otras, en cambio, surgen a raíz de una relación simbiótica con organismos externos, poseen sus propias particularidades (genoma particular, estructura individual para sintetizar las proteínas, etc.), se reproducen mediante el proceso de bipartición y si son extraidas por cuestiones experimentales no logran reconstituirse.
Si bien son varias las clases de orgánulos que se pueden encontrar en una célula, en las eucariotas predominan las siguientes organelas, cuyas funciones y apariencia varían entre sí: el aparato de Golgi (fundamental para transportar sustancias proteicas); las vacuolas (importantes para almacenar nutrientes y el metabolismo); el núcleo (corazón en el cual se mantiene tanto el ARN como el ADN) y las mitocondrias (producen energía), además de los retículos endoplasmáticos y el cloroplasto.