La obediencia es la acción de obedecer, es decir, de cumplir la voluntad de quien manda o ceder con docilidad al cumplimiento de una orden. Al respecto, hay que aclarar que la autoridad que merece obediencia no siempre es una persona, ya que también se puede obedecer a una comunidad, a una idea, una doctrina, a una ideología, a una figura asociada a la fe o a la religión y a la propia conciencia.
Según sea el grado de obediencia y el ámbito donde se concrete, pueden identificarse múltiples clases de obediencia.
Cuando se trata de acatar instrucciones enmarcadas en un código de conducta desarrollado para aleccionar en materia de casos extremos vinculados a conflictos sociales y/o políticos, por ejemplo, se habla de obediencia militar.
En cambio, al hacer referencia al acato de órdenes por parte de los hijos respecto a sus padres, se la define como obediencia infantil. Más allá de estas categorías, existe la obediencia solidaria (la cual se concreta cuando uno hace lo que los demás indican), la obediencia sociológica (según el sociólogo Max Weber está asociada a la dominación y contrasta con el poder), la obediencia voluntaria (basada en normas preestablecidas que influyen en el sujeto al hacerlo tomar conciencia de lo que es bueno) y la obediencia religiosa (caracterizada por el libre sometimiento a la palabra escuchada, la cual está garantizada por la Verdad misma, es decir, por Dios).
Junto a estas alternativas aparecen también la obediencia como autodisciplina, la obediencia sacerdotal, la obediencia anticipada y la obediencia ciega, entre muchas otras.