El concepto de micosis, según se advierte al repasar la teoría, se utiliza en el ámbito de la Medicina para identificar a una infección que se desarrolla en alguna parte del organismo (genitales, extremidades, cuero cabelludo, etc) a raíz de la presencia de una clase determinada de hongos. Hay que tener en cuenta que pueden sufrir alguna micosis los seres humanos, los animales y los vegetales, de ahí la importancia de informarse sobre el tema y poder prevenir y tratar estas afecciones de consecuencias variables.
Las micosis humanas son parte de este grupo y pueden padecerse a cualquier edad por una gran cantidad de razones. Según cómo y dónde surjan y cuál sea su frecuencia, es posible definirlas de distintas maneras. Hay, por ejemplo, micosis cutáneas de carácter superficial (como ocurre con la pitiriasis versicolor, por señalar un caso específico), micosis cutáneas (como lo es la onicomicosis que afecta uñas, manos y pies), micosis subcutáneas (como la esporotricosis), micosis sistémicas o profundas (grupo donde aparecen, entre otras, la criptococosis y la mucormicosis) y las micosis oportunistas (como la candidiasis y la aspergilosis).
De buscar más cuadros que sirvan para demostrar la diversidad existente en materia de micosis, ganan relevancia la micosis fungoide (signo más habitual del linfoma cutáneo de células T y muy vinculado al síndrome de Sézary), la quitridiomicosis (enfermedad de carácter infeccioso que perjudica a los anfibios) y la micosis dermohipodérmica (definidas como micosis profundas que se localizan en el tejido subcutáneo), por enumerar otras alternativas a modo de referencia.