El acto de ligar algo da como resultado un ligamento. Esta palabra, en el campo de la Anatomía, describe los elementos que permite ligar los huesos de las articulaciones y hace alusión al pliegue membranoso que, en los animales, permite sostener o enlazar en la posición correcta a cualquiera de los órganos.

Al profundizar nuestros conocimientos al respecto es posible diferenciar entre ligamentos cordonados (los cuales saltan de un hueso a otro) y ligamentos acintados (aquellos que unen estructuras óseas sin dejar de estar en contacto con el hueso en cuestión).

Asimismo, se puede distinguir a los ligamentos alares (también conocidos como ligamentos de verificación de la odontoides, se encargan de poner un límite a la capacidad de rotación de la cabeza), a los ligamentos dentados (propios de la zona del sistema nervioso central y de la médula espinal), a los ligamentos cruzados (ubicados en la rodilla, se subdividen en ligamento cruzado posterior, ligamento cruzado anterior, ligamento lateral externo y ligamento lateral interno), al ligamento suspensorio del cristalino (también bautizado como zónula ciliar o zónula de Zinn) y al ligamento inguinal (conocido asimismo como ligamento femoral).

La lista de alternativas que demuestran la diversidad existente en materia de ligamentos incluye además al ligamento falciforme que permite unir una parte del hígado al diafragma y una porción de la pared abdominal, al ligamento periodontal, al ligamento coronario que vincula al hígado con el diafragma, al ligamento conoide (perteneciente al ligamento coracoclavicular) y a los ligamentos redondos del útero, por enumerar otros a modo de referencia.