Poco importa la variedad de jacarandá que uno contemple porque todas las especies de este árbol de carácter ornamental que pertenece a la familia de las bignoniáceas se caracterizan por tener un gran porte y una belleza impactante. Su madera, además, tiene un gran valor para quienes desarrollan tareas de carpintería y ebanistería.
El jacarandá está bien distribuido en el mundo, por eso sus atractivas flores pueden apreciarse en Argentina, Paraguay, Bolivia, Brasil, Ecuador, Nueva Zelanda, Portugal, Italia y España, entre otros países. Para poder disfrutarlo incluso cuando en el hogar no se cuenta con demasiado espacio, hay personas que emprenden el gran desafío de hacer una versión bonsái del jacarandá valiéndose de semillas.
El jacarandá caroba, por indicar uno a modo de ejemplo, tiene propiedades medicinales y en estado salvaje puede encontrarse en Sudáfrica. El aroma de este árbol de flores rojizas y blancas recuerda a la fragancia de la miel.
El jacarandá enano, por señalar otra posibilidad, crece en zonas cálidas del centro de América del Sur y florece en época primaveral, dejando al descubierto coloridas flores. De territorio brasileño y suelo boliviano, en tanto, es nativa la planta medicinal bautizada como jacarandá rufa, mientras que la superficie cubana atesora ejemplares de jacarandá arbórea, una especie considerada en peligro de extinción debido a la pérdida significativa de su hábitat.
El árbol subtropical conocido como jacarandá acutifolia y el jacarandá cuspidifolia propio de selvas tropicales y subtropicales de Brasil, Paraguay y Argentina son otras opciones que enriquecen a la familia del jacarandá.