El acto de innovar, es decir, de renovar algo con novedades y dar modernidad, se define como innovación. Con creatividad, el deseo de buscar soluciones nuevas para un problema que se ha intentado arreglar sin éxito en reiteradas ocasiones y un buen uso de los recursos disponibles, es posible presentar grandes innovaciones.
La innovación, según se deduce de la práctica, puede surgir de diferentes maneras, tener alcances diversos y transformar múltiples ámbitos. Puede estar al servicio de la población en general (como ocurre con las innovaciones en el sector de la salud o en el ámbito de la alimentación, por señalar algunas opciones a modo de referencia) o bien favorecer a sectores concretos (trabajadores, estudiantes, niños, etc).
Es posible generar, por aportar más datos de interés sobre el tema, una innovación abierta (donde se aprovechan recursos, ideas e información ajenas a quien plantea la innovación para enriquecer el proyecto y obtener mejores resultados) o una innovación cerrada (no se apela a conocimientos de afuera sino que se cierra al accionar de los involucrados en el plan).
La magnitud de la innovación propuesta, en tanto, permite describirla según cada caso como una innovación incremental, una innovación radical o una innovación revolucionaria.
De centrar la atención en los campos de aplicación de estas novedades que aportan aire fresco y nuevas formas de trabajar o de desarrollar una iniciativa, entonces podremos distinguir entre innovación empresarial, innovación deportiva, innovación textil, innovación educativa, innovación industrial, innovación financiera, innovación gubernamental, innovación tecnológica, innovación turística o innovación laboral, por detallar algunas de las opciones más comunes y fáciles de identificar.