Se conoce como huelga a la interrupción de la actividad laboral que deciden hacer los trabajadores con el propósito de manifestar su disconformidad ante ciertas condiciones laborales o de protestar frente a eventuales recortes de beneficios.
De acuerdo a la motivación y a las características que tenga la huelga, esta suspensión de tareas impulsada por los empleados puede ser clasificada como huelga laboral (opción que, a su vez, se ramifica en huelga general, huelga de celo, huelga de brazos caídos y huelga a la japonesa), huelga de hambre o huelga revolucionaria.
Cuando la huelga se produce por cuestiones vinculadas al trabajo, su desarrollo es colectivo y se concreta con el objetivo de presionar al empleador para que éste otorgue los beneficios reclamados. Si la situación lo amerita, puede extenderse a todos los trabajadores de una ciudad o país para que sean las autoridades locales las encargadas de mejorar las condiciones de trabajo (huelga general), pero si la alternativa es trabajar a reglamento y con lentitud para generar un notable descenso del rendimiento productivo, se habla de una huelga de celo.
Por su parte, quienes prefieren incrementar su velocidad para provocarle a la empresa un considerable exceso de producción hacen uso de la modalidad conocida como huelga a la japonesa, así como aquellos que acuden a sus lugares de trabajo pero se niegan a producir son exponentes de la denominada huelga de brazos caídos.
Distinto es el caso de la huelga de hambre, una alternativa de protesta que excede a las cuestiones laborales y puede surgir por motivaciones personales. Según sea la razón que la impulse, esta huelga que consiste en no ingerir alimentos durante un tiempo determinado puede ser individual o colectiva.
Claro que también se observan casos de estrategias colectivas de huelga que no buscan logros laborales o económicos, sino transformar la realidad política de una región por cuestiones ideológicas o de hartazgo frente a un sistema. Cuando esto ocurre, se habla de huelga revolucionaria.