Son muchas las interpretaciones que se hacen en relación al concepto de hacienda. A fin de ayudarlos a conocer y a entender las diversas aplicaciones de esta noción, en los párrafos siguientes detallaremos cómo se clasifica y presenta a cada hacienda de acuerdo a las particularidades que presente.
En territorio mexicano, por ejemplo, se define como hacienda de beneficio a la oficina en la cual los minerales de plata son beneficiados. Hubo allí, por otra parte, haciendas coloniales entendidas como ranchos de grandes dimensiones propios de la época colonial donde la producción generaba riqueza (en este marco gana protagonismo la hacienda henequenera de la península de Yucatán, así como las haciendas azucareras del estado de Morelos), pero tras ser abolidas en 1917 solo se conservan unos pocos restos. Hubo, a lo largo de la historia, tres variedades de haciendas: unas con edificios integrados entre sí formando una unidad, otras compuestas por edificaciones dispersas y haciendas mixtas logradas al combinar las otras dos alternativas.
En España, por agregar otra referencia, hubo haciendas de olivar cuyo estilo arquitectónico se aprecia en lugares como la Hacienda Ibarburu que se ubica en el municipio de Dos Hermanas (región que pertenece a la provincia de Sevilla).
La hacienda pública, en tanto, alude al fisco o a la administración fiscal; es decir, engloba a los bienes de carácter público y a los ingresos y egresos públicos administrados por el Estado.
Distinto es el caso de la Hacienda Atacama ya que así se ha bautizado a un área rural chilena que se encuentra en la comuna de Freirina.