El estado de agitación de algo suele describirse como ebullición, palabra que también se aprovecha como sinónimo de hervor. En la práctica, suelen encontrarse noticias relacionadas a la “ebullición de los océanos”, la “ebullición de la economía”, la “ebullición de la opinión pública”, la “ebullición de ideas” y a la “ebullición de la gente”, por proponer algunos ejemplos a modo orientativo, pero esto no es todo.

Hay muchas sustancias que pueden pasar del estado líquido al gaseoso al alcanzar el punto justo de ebullición. El punto de ebullición más bajo, por señalar un caso concreto estudiado por expertos, se registra en el helio, mientras que el punto de ebullición del agua está en torno a los 100º C, aunque este valor varía según el nivel de presión que haya en cada ocasión.

De profundizar en el tema y expresarnos con propiedad, podremos hacer alusión a la ebullición en estanque (tal como se define al proceso más común de transferencia de calor, donde aparecen a su vez las alternativas de ebullición subenfriada y de ebullición saturada) y a la ebullición en flujo.

Cabe destacar que la llamada ebullición subenfriada puede ser observada a partir de un experimento que permita el ascenso de un líquido sin gas por un tubo o conducto transparente donde funcione de manera interna un elemento de calefacción.

La ebullición nucleada generalizada y la ebullición en película inestable, así como la ebullición en película estable de vapor, son otras alternativas que nos brindan la posibilidad de descubrir otras formas de ebullición.