Es muy común que en el plano deportivo se haga alusión al concepto de doping. Esta palabra, que se traduce al español como dopaje, se utiliza para describir a un estudio que se realiza a los atletas para determinar si han consumido alguna sustancia prohibida.

Cuando el resultado del doping es positivo, el deportista recibe una sanción que varía en función de la gravedad de la falta cometida y acorde a las reglas estipuladas. Lamentablemente, a lo largo de la Historia muchas personalidades del ámbito deportivo han sido noticia por dar positivo en el examen de doping: Diego Maradona, Roy Tarpley y Lance Armstrong son algunas de las figuras que, alguna vez, se vieron envueltas en un caso de doping positivo.

Hay numerosas sustancias que se emplean con el objetivo de conseguir efectos específicos según la disciplina que se practique. El dopaje sanguíneo, por señalar una posibilidad, se suele utilizar en actividades en las cuales predomina la resistencia, mientras que el dopaje prohormonal es frecuente en profesionales que se dedican al culturismo.

Es interesante, en este marco, centrar la atención en las particularidades del doping genético, tal como se denomina al aprovechamiento no terapéutico de la terapia génica con el propósito de optimizar el rendimiento atlético. Este método contempla la modificación génica a través de la introducción en el organismo de un gen artificial.

Más allá del doping relacionado al deporte, hay que señalar la existencia del doping académico, tal como se conoce a la tendencia cada vez más habitual que gira en torno a la costumbre de muchos estudiantes de consumir medicación para estimular sus habilidades mentales.