El individuo que busca trabajo y no consigue ser contratado por ninguna empresa o entidad, o bien ha sufrido un despido en el corto plazo y no encuentra otra posibilidad laboral pese a llevar su currículum a un gran número de compañías, enfrenta una situación de desempleo.
Según cómo surja, por cuánto tiempo se extienda y qué características presente este paro o cese forzoso de actividades laborales, el desempleo puede encuadrarse en múltiples categorías.
Existe, por ejemplo, el desempleo estructural, un fenómeno que puede afectar a muchas personas durante una buena cantidad de tiempo porque no se soluciona con un simple recurso de ajuste económico. Por lo general, está relacionado al desempleo cíclico (consecuencia del desgaste de un ciclo económico) y al desempleo de raíz tecnológica (ocasionado a partir de una revolución tecnológica).
El desempleo friccional, en cambio, es aquel que se enfrenta en el periodo de transición entre el último trabajo desarrollado y el encuentro de una nueva oportunidad laboral. Las estaciones del año, por su parte, influyen en la oferta y demanda de empleo provocando variaciones en el desempleo estacional.
Cabe resaltar además que, cuando la falta de trabajo se padece durante más de seis meses, suele hacerse alusión al desempleo de larga duración, mientras que se apela a la categoría de “desempleo abierto” para aludir a la realidad de quien carece de empleo, está en condiciones de iniciar una actividad de forma inmediata y busca trabajo de manera activa. Hay quienes, asimismo, frenaron la búsqueda de empleo por estar aguardando una respuesta por parte de un eventual empleador y entonces atraviesan un periodo de desempleo de iniciadores.