Las baterías eléctricas son apenas una variedad dentro del amplio grupo de las baterías. En esta categoría, según se advierte al consultar bibliografía especializada, aparecen numerosos dispositivos que vale la pena identificar para poder reconocerlos a partir de sus rasgos distintivos, sus composiciones y finalidades.

De acuerdo a los expertos en Física, se trata de productos que poseen la capacidad de acumular electricidad y que, a partir de su actividad, garantizan el funcionamiento de un gran número de artefactos, equipos de seguridad, dispositivos de uso médico, juguetes, etc.

Hay variantes que se recargan por su estructura electroquímica, como sucede con las baterías de plomo-ácido (incluyen un par de electrodos de plomo, son típicas de los vehículos donde se las utiliza como baterías de arranque, así como también sirven en los coches eléctricos como baterías de tracción), las baterías de níquel-hierro (no comtaminan, soportan descargas y cortocircuitos sin que esto genere pérdidas considerables de capacidad), las baterías de níquel-cadmio (soportan un amplio nivel de temperaturas y permiten sobrecargas) y las baterías de níquel-hidruro metálico (emplean ánodo de hidróxido de níquel así como un cátodo basado en una aleación de hidruro metálico).

Para sumar alternativas, podemos mencionar además las baterías eléctricas de iones de litio (con un ánodo de grafito complementado por un cátodo que puede ser de óxido de manganeso, óxido de cobalto o trifilina, las cuales se utilizan en tabletas, teléfonos móviles o libros electrónicos) y las baterías de polímero de litio (ideales por su peso, formato y dimensión para equipos con tecnología bluetooth).