A la hora de cocinar y preparar una delicia gastronómica, mucha gente tiene en cuenta al garbanzo, un producto que se destaca por su riqueza en almidón, lípidos y proteínas, además de aportar una buena dosis de calorías y fibra. Con este nombre se conoce tanto a una planta de carácter herbáceo perteneciente a la familia de las papilionáceas como a su semilla.
Hay, a nivel mundial, una amplia variedad de garbanzos, entre los que aparecen los de tipo Desi (propio de India, se caracteriza por ser pequeño y tener tonalidades que van desde el negro hasta el amarillo), los garbanzos tipo Kabuli (granos de tamaño medio/grande, típico de América del Sur, América Central y en zonas mediterráneas) y los tipo Gulabi (granos redondeados, lisos y de tamaño mediano).
La forma de cocción, en tanto, permite diferenciar entre garbanzos tostados (también conocidos como garbanzos torrados), garbanzos fritos y garbanzos hervidos. El garbanzo de pedrosillano, por otra parte, es una variedad de dimensiones pequeñas que, por lo general, se cultiva en Castilla y León y Castilla La Mancha.
De buscar más clasificaciones en torno a este concepto, aparecerán como opciones a tener en cuenta expresiones que no se vinculan con la gastronomía, tal como ocurre con el llamado garbanzo de pega (denominación que identifica a una pequeña bola con explosivos que se suelen arrojar al suelo para asustar a quienes pasan cerca), con el garbanzo negro (individuo que sobresale por su mal carácter o por su falta de moralidad) y con los garbanzos de a libra (frase que alude a cuestiones extraordinarias o poco comunes).