En la infancia, en la juventud, en la adultez y en la tercera edad, la gelatina aparece como una opción interesante a la hora de disfrutar un postre. Como también se trata de un producto que tiene diversas finalidades según las características que presente, es importante prestar atención a las clasificaciones de esta noción (incluso porque no todas las categorías se vinculan al universo culinario).

La gelatina saborizada y aromatizada de manera artificial puede consumirse sola o bien complementarse con trozos de frutas que se agregan a la mezcla antes de que se solidifique. La gelatina sin sabor, en tanto, se aprovecha en numerosas recetas de cocina para darle a la comida una apariencia gelificada y mayor consistencia.

En territorios asiáticos, por otra parte, son comunes postres como la gelatina de café (por lo general, se presenta cortada en pequeños cubos) y la gelatina de almendra (puede acompañarse, o no, con frutas y elaborarse desde cero de manera casera o en base a una mezcla instantánea). En Taiwán, asimismo, se consume (la mayoría de las veces, con zumo de limón y miel) la gelatina de aiyu, lograda en base a la goma de las semillas pertenecientes a una clase de higo.

Distinto es el caso de la gelatina de ternera, tal como se conoce a una comida típica de Suecia que se consume en la época navideña y se acompaña con remolachas y papas, entre otros alimentos.

Lejos de las cuestiones gastronómicas, es importante tener en cuenta que se conoce como gelatina cardíaca a una estructura presente de modo uniforme en el tubo cardíaco durante el proceso de desarrollo embrionario.