Tanto el acto como la consecuencia de explotar algo dan como resultado una explotación. Esta palabra, además, permite describir al conjunto de recursos y elementos reservados a una cierta actividad.
En la práctica es posible hallar múltiples casos de explotación, varios de los cuales citaremos en los párrafos siguientes para ayudarlos a conocer distintas aplicaciones del término.
De tener en cuenta las actividades centradas en la obtención de productos alimenticios, materias primas y piezas de trabajo, por ejemplo, podremos distinguir entre explotación minera, explotación forestal, explotación ganadera, explotación agrícola, explotación agraria y explotación pesquera, por mencionar las más populares a modo de referencia.
Distinto es el caso de la explotación social, donde entran en juego las jerarquías sociales como una forma de legitimar el abuso y el aprovechamiento por parte de las clases más altas respecto a los integrantes de los sectores más bajos. Se pueden encontrar en este contexto situaciones de explotación avanzada, de explotación económica y de explotación laboral. En relación al trabajo, es importante destacar además que a toda edad se puede ser víctima de explotación en un empleo: la explotación infantil, lamentablemente, existe y genera que muchos niños sean obligados a trabajar y a vivir en malas condiciones, ya que igual que muchos jóvenes y adultos están sometidos a largas jornadas de trabajo, a trabajar feriados sin compensación económica, etc. También es posible hallar evidencias de explotación sexual, un delito que lleva a alguien a ejercer poder sobre otro individuo para lograr que éste se prostituya y genere dinero para beneficio de su jefe o proxeneta.