Los duendes, esos seres mitológicos que forman parte de múltiples culturas, son amados por unos y odiados por otros. Así como hay gente que los ama y siente fascinación por estas diminutas criaturas, existen personas que experimentan temor frente a la posibilidad de que haya duendes en todas partes.
Más allá de las creencias y supersticiones de cada uno, lo cierto es que a lo largo de la Historia estos personajes consiguieron una gran popularidad y lograron ser enmarcados en categorías que permiten conocerlos mejor.
Los elfos, los gnomos y los martinicos, por ejemplo, son parte de la mitología castellana, mientras que los trastolillos y los trentis aparecen dentro de la mitología cántabra.
Asimismo, hay quienes alimentan fantasías e historias llenas de ilusión al identificar duendes asociados a las buenas intenciones que se involucran en causas nobles y traen buena suerte.
Los duendes navideños que colaboran en el Polo Norte con Santa Claus, el duende de los dientes popularmente bautizado como “Ratón Pérez” y los duendes de jardín son algunas de las criaturas en las que cree mucha gente.
Para honrarlos y demostrar respeto por ellos y sus poderes, hay quienes decoran sus viviendas con alguna figura alusiva al duende del amor, al duende de la abundancia, al duende de la alegría, al duende del trabajo, al duende de la salud y al duende de la amistad, entre muchos otros que ayudan a los seres humanos a ser más felices, a tener fe y confianza, a luchar por sus sueños y a ser más agradecidos.