Las creencias surgen como resultado de un convencimiento y la confianza en torno a una idea que se presenta como cierta o segura. Si bien cada uno desarrolla creencias en relación a diferentes temáticas, es usual que esta noción se vincule a las doctrinas y religiones.
De acuerdo a cómo nacen, se las puede clasificar como creencias internas (originadas a partir de convicciones personales) y creencias externas (cuando surgen en base a transmisiones culturales y legados sociales).
El nivel de dominio cognitivo de cada una, a su vez, permite distinguir entre creencias básicas o centrales, creencias intermedias y pensamientos automáticos, mientras que los respaldos invitan a diferenciar entre creencias de base empírica y creencias que no la tienen (como sucede, por ejemplo, con las creencias motivadas por un dogma o la fe).
Al analizar, asimismo, el nivel de debate, discusión y cuestionamiento que admiten, es posible encontrar creencias cerradas (frente a las cuales sólo ciertas personalidades o figuras autorizadas pueden marcar contrastes o plantear dudas) y creencias abiertas (aquellas que invitan a discutir y confrontar siempre con razonamientos lógicos e hipótesis bien fundamentadas).
La temática, la disciplina o área que abarcan y el perfil de su contenido, por último, nos conducen hacia categorías más concretas e informativas, como sucede al hacer referencia a las creencias científicas, las creencias religiosas (que, a su vez, se segmentan en creencias católicas, creencias musulmanas, creencias judías, etc), las creencias políticas, las creencias históricas, las creencias urbanas, las creencias secretas de índole conspirativo, las creencias sociales, las creencias esotéricas y las creencias supersticiosas, por enumerar varias a modo orientativo.