Un dictador es quien se pone al frente de una dictadura. Y esta palabra, según se advierte al consultar el diccionario de la Real Academia Española (RAE), abarca numerosos significados, la mayoría vinculados a una forma de gobernar un territorio a partir de la fuerza y la imposición, pasando por alto las legislaciones vigentes contrarias al autoritarismo. En un nivel más general, se apela a este concepto para describir el predominio de algo que, en un cierto rubro, consigue superioridad y, por lo tanto, fuerza dominante.
Si repasamos la Historia para conocer o recordar cómo fueron hasta el momento las dictaduras y qué particularidades tuvo cada una, no tardaremos en hacer foco en la dictadura romana, cuyo líder era nombrado por un cónsul a partir de una orden del Senado. Por ese entonces, dicho referente constituía la autoridad principal en Roma y el sistema era la forma natural a través de la cual era posible fundar una monarquía.
Con el paso del tiempo, por otra parte, se multiplicaron por un lado las dictaduras autoritarias y, por otro, ganaron relevancia las dictaduras totalitarias. La primera de estas modalidades, respecto a la segunda, se diferencia por no tener una ideología tan intensa, por someter a las masas y por, simlemente, imponer el poder alcanzado sobre la sociedad sin ánimos de realizar transformaciones en ella.
Asimismo, es posible distinguir a las dictaduras constitucionales (donde la Constitución es tenida en cuenta pero existe un líder que controla todos los poderes y, por lo tanto, no se cumple el principio de la separación de poderes) frente a las dictaduras militares (suelen surgir tras un golpe de Estado e impiden las organizaciones democráticas dentro de un país).