La cera es un material que cualquiera de nosotros conoce por diferentes motivos. Una vela, la suciedad de un oído, el producto que se utiliza en el proceso de depilación… son muchas las variedades de este elemento.
En este marco de aplicaciones y presentaciones varias, adquieren relevancia categorías que permiten conocer más en detalle a cada especie de cera.
La cera aleda, por ejemplo, es un betún que las abejas reservan para untar el interior de las colmenas, mientras que la cera amarilla es aquella que se suele extraer del panal una vez que se lograr separar de la miel que se ha colado y derretido. La cera toral, en cambio, es la que aguarda ser curada y conserva aún su tonalidad amarillenta.
Si se habla de cera vana, asimismo, se estará haciendo alusión a la cera presente en panales donde no hay miel. La cera virgen, en tanto, es aquella que no se ha labrado aún y no está melada.
La cera blanca, por su parte, es el conjunto que se reduce a hojas y se pone al sol para ser blanqueada, mientras que la cera de palma es una sustancia porosa y de gran dureza que se obtiene del tronco de ciertas palmas sudamericanas.
Distinto es el caso de la cera de los oídos, ya que es una sustancia que aparece en el interior de las orejas a raíz del funcionamiento de determinadas glándulas similares a las sudoríparas.
En la búsqueda de mayor información sobre la cera también aparecen como alternativas la cera vieja (restos relacionados a cirios o velas) y la cera vegetal (extraídas de las semillas de un arbusto conocido con el nombre de pimientilla), entre otras.