Se define como circunstancial a las palabras que, funcionando como adjetivos, dan idea de circunstancia o expresan eventualidad.

Los expertos en cuestiones gramaticales reconocen, por ejemplo, al complemento circunstancial, una estructura que tiene la capacidad de marcar circunstancias vinculadas al verbo, tales como modo, tiempo, lugar, etc. A raíz de estas segmentaciones, es posible analizar oraciones en busca de múltiples clases de circunstanciales. Si responde a la pregunta de “¿Por qué?”, será un circunstancial de causa (“Lloraron por la emoción que les generó la noticia”); de responder a “¿Cuándo?”, será un circunstancial de tiempo (“Pasaré a visitarte el sábado por la tarde”). Los circunstanciales de lugar, en cambio, informan dónde transcurre la acción (“El cadáver apareció cerca del arroyo”), mientras que los circunstanciales de modo apuntan al cómo (“Me encanta que te vistas así”). Las opciones incluyen además circunstanciales de finalidad (“Lo llamé para reconciliarnos”), circunstanciales de compañía (“Fue a pasear con su sobrino”), circunstanciales de material (“Armé una escultura con cartón y papel”), circunstanciales de instrumento (“Lo rompí con un martillo”) y circunstanciales de cantidad (“Nos esforzamos mucho para lograr este resultado”).

Distinto es el caso del pensamiento circunstancial, expresión empleada en el ámbito de la Psicopatología para describir a una disposición del pensamiento con predisposición al caudal de ideas que dificultan el proceso de comunicación o transmisión directo de pensamientos o reflexiones. En este marco, no se logra distinguir lo importante de lo secundario.

En el campo del Derecho, en tanto, suele tener relevancia la figura del error de hecho, que puede subdividirse a su vez en las categorías de error obstáculo y de error circunstancial.