Para completar la información relacionada al transporte celular debíamos complementar el artículo sobre transporte activo con uno nuevo centrado en las características del transporte pasivo. Y eso haremos en los párrafos siguientes.
Antes de detallar los procesos que engloba, resulta importante recordar que el transporte pasivo consiste en el avance de moléculas por medio de la membrana plasmática, que puede realizarse a favor del gradiente de carga eléctrica o del gradiente de concentración. De acuerdo a los expertos, las sustancias son transportadas en este contexto a través de los canales iónicos, proteínas integrales o la bicapa lipídica.
Los transportes pasivos que pueden distinguirse son cuatro: uno que se conoce como ósmosis (permite que las moléculas de agua pasen por la membrana plasmática con la mediación de las proteínas conocidas como acuaporinas); otro que se define como difusión simple (la cual permite que pasen por la membrana plasmática las moléculas no polares); un tercero que se cataloga como difusión facilitada (proceso donde se requiere una proteina integral para lograr el paso de las sustancias por la membrana debido al tamaño y las propiedades de las moléculas) y una cuarta alternativa que se presenta como diálisis.
A este último proceso mencionado también se lo llama ultrafiltración y tiene la particularidad de lograrse por acción de una presión de carácter hidrostático. En nuestro organismo, por describir un caso a modo de referencia, este fenómeno se realiza en los riñones y está posibilitado por la presión arterial que genera el músculo cardíaco. Como consecuencia de esta acción, las moléculas de tamaño pequeño y el agua se trasladan hasta poder ser expulsadas del cuerpo por medio de la orina, pero las moléculas grandes y las proteínas, al no traspasar las membranas de los capilares, quedan suspendidas en nuestra sangre.