Todo dispositivo o mecanismo preparado para detectar movimientos, temperatura, presión, humedad o fuerza, entre otras variables similares, se define como sensor. Estos aparatos, según se deduce de la práctica, se utilizan en numerosos ámbitos y disciplinas (como la Medicina, el sector automotriz y el área vinculada a la Seguridad) y pueden ser segmentados en múltiples categorías en función de las particularidades que presente cada uno de ellos.

Como se trata de un producto para detectar, controlar y/o medir distintas cuestiones, no existe un único tipo de sensor. A lo largo de los años, la tecnología ha evolucionado y, gracias a su avance, la oferta en materia de sensores ha crecido y se ha diversificado.

Así, entonces, es posible reconocer sensores analógicos y digitales; sensores electrónicos; sensores de presencia; sensores táctiles; sensores acústicos; sensores de proximidad; sensores de captura de movimientos y sensores de luz, por citar algunos de los más comunes a escala internacional.

Al buscar mayores precisiones sobre estas alternativas, es posible encontrar subdivisiones que enriquecen la propuesta, tal como sucede con la fabricación de sensores fotoeléctricos (que reaccionan cuando hay modificaciones en la intensidad lumínica), del sensor Hall (para medir campos magnéticos), de sensores de contacto (estructuras electrónicas conocidas también como ‘de final de carrera’ que se instalan, por ejemplo, en cintas transportadoras o en maquinarias similares con movimientos rectilíneos), de sensores inductivos (reservados para industrias en las cuales se requiere descubrir objetos metálicos ferrosos) y de sensores capacitivos (presentes en teléfonos móviles y ordenadores, entre otros productos), por mencionar más opciones relacionadas a los sensores.