Las flores, esos brotes de muchas plantas que se presentan en múltiples tonalidades y forman frutos, son elementos de la naturaleza que embellecen jardines, plazas y hasta los ambientes del hogar.
Según sus características, origen y propiedades, estas piezas pueden ser clasificadas a nivel genérico como naturales y artificiales.
Dentro del primer grupo aparecen las flores nacionales, acuáticas y las autóctonas, las cuales crecen en distintas partes del mundo y dan identidad a diversas regiones. De estas categorías pueden mencionarse a la dalia (especie que está considerada como la flor nacional de México), a la flor del ceibo (variedad elegida como flor nacional de Argentina), a la rosa chinensis (opción del género rosa que crece en localidades chinas como Guizhou, Hubei y Sichuan), la gloriosa superba (también llamada bandera española, una flor originaria de África tropical y el sudeste de Asia) y al nenúfar de Sri Lanka (planta acuática que habita en aguas tranquilas y estanques de las regiones templadas de Asia).
En cambio, las artificiales son elementos decorativos que el ser humano fabrica a partir de materiales como el papel, el plástico, la tela o la goma eva con el fin de ofrecer alternativas florales para quienes carecen de espacios adecuados para el desarrollo de las flores naturales o que desean un accesorio ornamental práctico y cómodo que no exija cuidados para su conservación. Como no requieren agua, no se pudren ni resultan afectadas por plagas, esta clase de flores que puede ser perfumada y/o musical es ideal para exhibir, por ejemplo, como centro de mesa.