El vocablo en latín titŭlus sentó las bases de título, un concepto contemplado por el idioma español que hace mención al nombre de una obra literaria, una película o un material discográfico, entre otros, sirve como denominación para la documentación de valor legal o comercial y refiere al rótulo que permite identificar vínculos, condiciones o estados del ser humano.
Si uno consulta a la Real Academia Española (RAE) advertirá que son varias las acepciones que posee esta palabra, razón por la cual existen numerosas clases de títulos. A nivel general, podemos recordar la existencia de los títulos académicos (los cuales se obtienen al completar la educación secundaria y al concluir una carrera universitaria), los títulos honoríficos (aquellos que reciben los individuos vivos o ya fallecidos como reconocimiento a una determinada labor o aporte cultural) y los títulos nobiliarios (exclusivos de la nobleza y de carácter protocolar), pero el listado es mucho más extenso.
Hay, además, títulos que un equipo o un deportista obtiene tras ganar un torneo o competición, títulos lucrativos (enmarcados en el campo del Derecho), títulos de crédito (registro que se hace presente al término de un programa televisivo o película para citar a todos los involucrados en el material exhibido), título de vapor (nombre con el cual se presenta el valor porcentual en masa del vapor existente en una combinación de líquido y vapor) y títulos ejecutivos (conjunto de documentos que pueden ser públicos o privados pero que se caracterizan por poseer relevancia legal hasta el punto de forzar las obligaciones detalladas en ellos), entre otros.