A la hora de preguntar, ya sea en un contexto cotidiano informal o en escenarios específicos como lo puede ser una evaluación académica, es posible utilizar diversas clases de preguntas, entre las cuales aparece la opción de las denominadas preguntas abiertas.
Cuando se las emplea para valorar los conocimientos de un estudiante, por ejemplo, estas herramientas obligan a respuestas extensas derivadas de pensamientos profundos y analíticos. Como exigen un desarrollo importante, estos interrogantes le permiten al profesor analizar con exactitud si el alumno ha sido capaz de recordar, organizar y relacionar conceptos aprendidos.
A la hora de diseñar un exámen, el educador puede valerse de preguntas abiertas cortas (con técnicas como “Definir tal término…”, “Enumerar los pasos necesarios…”, “Describir cada etapa de…”) y de preguntas abiertas amplias (“Explique en qué consiste…”, “Comente las ventajas de…”, “Cite un ejemplo y explique por qué…”).
Cabe resaltar que, como detalle distintivo, las preguntas abiertas no se responden con un ‘Sí’ ni con un ‘No’, sino con información elaborada guiada por referencias como ‘qué’, ‘quién’, ‘cómo’, ‘cuándo’, ‘dónde’ y ‘por qué’.
Como estrategia de marketing, las preguntas abiertas resultan ideales porque le permiten a un empresario o comerciante conocer más de cerca las preferencias y expectativas de un cliente. Con esa información recopilada, es posible diseñar planes dirigidos a satisfacer los deseos de quienes ya confían en el negocio y, al mismo tiempo, a captar nuevos clientes.
Como ejemplos de preguntas abiertas cuyas respuestas pueden ser el punto de partida de beneficios corporativos, se pueden citar modelos de interrogantes como “¿Qué características debe reunir su producto ideal?”, “¿Por qué elige nuestra propuesta/servicio?”, “¿Qué prioriza usted al comprar nuestros productos?”.