Desde hace algunos años, los avances médicos permitieron extender el uso del concepto de trasplante, una palabra que solía asociarse exclusivamente al proceso de traspasar plantas de un sitio a otro aunque también describía a la introducción de costumbres o filosofías propias de un país en otra nación.
Ahora, en cambio, cuando se habla de trasplante por lo general se hace referencia a la práctica médica basada en la sustitución de un órgano o tejido dañado por otro procedente de un donante (que puede estar vivo, o no) sano.
Cabe resaltar que existen varias clases de trasplantes, los cuales se diferencian entre sí por los órganos involucrados, las características de la intervención quirúrgica y los vínculos que pueden establecerse entre quien dona y aquel que recibe el injerto.
Así, entonces, se pueden reconocer como alternativas posibles de trasplante de órganos al autotrasplante (cuya fuente es el mismo individuo que recibirá el tejido, como ocurre cuando se injerta piel que se obtiene al quitarla de otra parte de ese cuerpo), al trasplante xenogénico o heterotrasplante (el cual implica la participación de dos organismos pertenecientes a especies distintas, como se aprecia en los trasplantes de válvulas procedentes de ejemplares porcinos o bovinos) y al trasplante singénico (opción con chances mínimas de rechazo porque quien dona y quien recibe son dos sujetos independientes pero idénticos a nivel genético).
Tampoco se puede dejar de mencionar la modalidad conocida como homotrasplante, ya que se trata de la forma más común de trasplante entre seres humanos. En ella, los involucrados pertenecen a la misma especie pero se diferencian a nivel genético, razón por la cual es necesario que el receptor tome medicación para evitar la muerte o el rechazo del injerto en cuestión.