El extremo de un objeto suele definirse como punta. Esta palabra, derivada del vocablo latino puncta, tiene hoy en día múltiples acepciones y ha dado origen a numerosas expresiones que no sólo permiten brindar precisiones en relación a la clase de punta citada en un cierto contexto sino que también le ofrecen diversidad al término.
En el ámbito cotidiano, por ejemplo, podemos hacer referencia a la “punta de la mesa”, analizar la posibilidad de cortarse “las puntas” del cabello o bien decir que un cuchillo tiene una “punta filosa”, entre otras alternativas.
De buscar el aprovechamiento geográfico de la noción, en cambio, podremos hacer alusión a Punta Ballena (en Uruguay), Punta Xicalango (situada en México) o a Punta Médanos (en Argentina). Punta Arenas (Chile), Punta del Hidalgo (España), Punta Cana (República Dominicana), Punta Tombo (Argentina) y Punta del Este (Uruguay) son otros rincones del mundo inspirados en la idea de punta.
Otras clases de puntas: la punta heráldica; las puntas de flecha; las puntas líticas; la expresión que habla de “punta del iceberg” y que busca hacer mención a la única parte que se conoce de un tema o cuestión; la punta con cabeza (tal como se recuerda a un antiguo juego infantil); las puntas de diamante (elemento que permite cortar vidrios y hacer grabados sobre superficies de gran dureza) y las puntas de París (clavos que se confeccionan con alambre de hierro y que se caracterizan por tener una punta en forma de pirámide y una cabeza plana), por citar algunas más.