La vida del ser humano está regida por una gran cantidad de normas (reglas que se deben seguir para que se consiga mantener un orden y tener comportamientos adecuados en el marco de una sociedad) que surgen en diversos ámbitos y dan lugar a la aparición de numerosos conceptos específicos.
Como consecuencia de ello, a lo largo de su vida todo hombre se ve obligado a respetar normas religiosas y normas sociales de distinta índole, entre muchas otras. Respecto al último de los grupos mencionados se puede destacar la existencia de un contenido moral, es decir, que no concierne al orden jurídico sino al fuero interno o respeto humano que es el que regula las acciones de cada individuo.
Las normas morales no están estipuladas o predeterminadas en un estatuto ya que son las que se impone el propio ser para actuar en base a lo que él considera ético o adecuado. De proceder en contra de ellas, surge entonces el llamado remordimiento o cargo de conciencia.
Por su naturaleza “independiente”, las normas morales pueden abarcar otras categorías y repercutir en el plano de la religión (de cometer, por ejemplo, un acto que va en contra de lo que uno cree a nivel espiritual), en el campo social (para autocensurarse ante la posibilidad de realizar una acción que atenta contra la propia moral) y en el ámbito jurídico (para dar la pauta de lo que está bien y comprender aquello que pueda ser considerado como un acto ilícito), por citar algunas opciones.