Genera un gran placer aprovechar el sentido del olfato para reconocer diversas fragancias a lo largo de nuestra vida. Un aroma puede dejar de apreciarse minutos después de haberse detectado pero deja señales imborrables en nuestra memoria. ¿Cómo se explica, si no, que nos acordemos por ejemplo de nuestra infancia al sentir un olor determinado o que identifiquemos a alguien por su perfume?
De investigar el tema podremos aprender a encontrar y a diferenciar numerosas fragancias. Su origen, por ejemplo, nos permite distinguir entre fragancias naturales (sin contenidos sintéticos) y fragancias artificiales (creadas a partir de químicos para recrear aromas propios de la naturaleza o que imitan algún perfume específico).
Al desarrollarlas en el hogar, en tanto, podemos presentarlas como fragancias caseras o artesanales, mientras que la producción a gran escala con fines comerciales se vale de fragancias industriales. Es interesante tener en cuenta además que algunas fragancias se desarrollan para perfumar las prendas de vestir (fragancias textiles), otras están destinadas al cuerpo humano (los perfumes clásicos) y otras apuntan a aromatizar los distintos rincones del hogar (fragancias ambientales).
Si son desarrolladas en el propio país donde se ofrecen, entonces se definen como fragancias nacionales, pero si se adquieren fuera del territorio nacional se catalogan como fragancias importadas o extranjeras.
El olor predominante en ellas, por otra parte, da la pauta de su contenido: hay fragancias frutales (como el aroma a frutilla, manzana, etc), fragancias florales (jazmín, rosas) y fragancias que imitan el aroma de la naturaleza (olor a bosque, a playa), por diferenciar las más comunes.