A diario se suele describir como drama a todo episodio basado en una tragedia, una catástrofe o un siniestro con importantes consecuencias. “Mató a su padre, secuestró a su hermana y, al escapar, atropelló a un vecino” bien puede ser el título de una noticia que exponga una de las tantas realidades dramáticas que arruinan familias enteras. Asimismo, hay dramas pasionales que tienen como protagonistas a los integrantes de una pareja.

Los contenidos televisivos, por otra parte, permiten ampliar el alcance de este concepto al ofrecer propuestas contextualizadas en dramas médicos (series que narran historias sobre pacientes, el accionar de los expertos en Medicina, etc), dramas sobrenaturales (cuando incluyen elementos o fenómenos paranormales) y dramas musicales (proyectos que combinan interpretaciones musicales o bailes con escenas tensas, estructura teatral), por señalar algunas posibilidades a modo de referencia.

Claro que, a nivel artístico, la noción se relaciona a un género que puede ser literario o cinematográfico, según el ámbito en el cual se desarrolle.

Si viajamos en el tiempo, encontraremos además la existencia del drama satírico, que en la Grecia Antigua se representaba tras una trilogía trágica para divertir y aliviar al público con actuaciones de integrantes del coro que interpretaban roles de sátiros. En la Edad Media, por otra parte, ganó relevancia el drama litúrgico, que tenía lugar en ciertos días solemnes durante el oficio religioso.

A lo largo de la Historia, asimismo, se ha enriquecido tanto con historias meramente de ficción como con obras basadas en hechos reales a los campos del drama policial (con aspectos detectivescos) y del drama rural (ambientados en el campo), entre otros.